domingo, 15 de marzo de 2015

Cukiógenes

¿Por qué nos sentimos atraídos por las cosas brillantes?, ¿Por qué los puestos de los mercadillos ejercen una influencia inexplicable en nosotros y no tenemos más remedio que acercarnos a mirarlos?, ¿Por qué no podemos resistirnos a esa magia especial de los objetos únicos que sabemos que no tiene nadie más?
Esa deliciosa enfermedad, ese síndrome, es el síndrome de Cukiógenes. Está en nuestra naturaleza el apreciar las cosas bellas, independientemente de su utilidad. ¿Para qué se inventaron si no los adornos, objetos sin más utilidad que hacer la vida un poco más bonita?
Y sin embargo, son esas pequeñas cosas las que componen nuestra memoria vital. La muñeca de trapo que tenía un vestido del mismo color que las cortinas del cuarto, el adorno de navidad tan precioso que era lo primero que colgábamos y tomábamos como referencia para disponer el resto, o esa caja de tesoros de madera brillante que nos hace saltar las lágrimas después de años sin verla.

Los Cukiógenes no podemos ni queremos curarnos. Por eso, intentamos transformar objetos sencillos en tesoros tan especiales, que algún día sean amados tanto por alguien como lo fueron por nosotros.